El miércoles 13 de agosto de 2025, Bogotá se vistió de luto para despedir al senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, quien falleció el lunes 11 de agosto, a los 39 años, a causa de las complicaciones derivadas de un atentado perpetrado en junio durante un mitin político en el barrio Modelia de la capital colombiana. Desde temprano, cientos de personas visitaron la cámara ardiente instalada en el Salón Elíptico del Capitolio Nacional, donde el féretro fue resguardado por miembros del Batallón de la Guardia Presidencial y escoltado por sus familiares cercanos, entre ellos su esposa, María Claudia Tarazona, y sus hijos.
La misa de exequias tuvo lugar en la imponente Catedral Primada de Colombia, presidida por el cardenal Luis José Rueda. La ceremonia fue solemne y emotiva, con discursos cargados de dolor y esperanza. María Claudia Tarazona agradeció el trabajo de los médicos de la Fundación Santa Fe, describiendo a su esposo como “un titán que luchó por estar con nosotros”, y como un padre amoroso que soñaba con compartir cada minuto con su pequeño Alejandro. En sus palabras, prometió criar a sus hijos sin odio ni rencores, como él lo hubiera querido. El padre del senador, Miguel Uribe Londoño, evocó el trágico paralelismo con la muerte de su esposa, la periodista Diana Turbay, asesinada hace 34 años, y expresó el profundo dolor de ver partir también a ese “niño que se convirtió en hombre bueno”

Un momento que conmovió a todos los presentes —y a quienes siguieron la transmisión— fue el gesto espontáneo del hijo menor de Uribe Turbay, Alejandro. Con total inocencia, el niño depositó varias rosas blancas sobre el féretro, incluso después de que una de ellas cayera al suelo. Este simple acto inspiró a otros menores presentes, quienes imitaron el gesto, instaurándolo como símbolo de amor filial en medio del dolor colectivo.
Durante la ceremonia, un guardia militar que custodiaba el féretro se desmayó frente al altar. Fue rápidamente asistido por escoltas y un religioso, mientras la misa prosiguió, reflejando la carga emocional y física que enfrentaban los asistentes.
El acto religioso concluyó con una conmovedora presentación de Yuri Buenaventura, acompañado por la Orquesta Filarmónica de Bogotá, quien interpretó la canción “El Guerrero” a petición de la familia. La pieza fue un homenaje simbólico a la lucha y liderazgo de Uribe Turbay, y quedó grabada en la memoria de sus allegados
Posteriormente, el cortejo fúnebre avanzó desde la Catedral hacia el Cementerio Central de Bogotá, el más antiguo de la ciudad y lugar de descanso de figuras históricas colombianas. Entre los asistentes estuvieron expresidentes como César Gaviria, Ernesto Samper y Juan Manuel Santos; también se notó la ausencia del presidente Gustavo Petro y su gabinete, quienes acataron la petición de la familia de no participar para evitar convertir el sepelio en escenario político. Petro explicó en redes que su ausencia respondía al deseo de la familia de evitar que la ceremonia fuera “tomada por los partidarios del odio” .
El entierro se llevó a cabo en la tumba familiar, lugar donde descansan también su madre, Diana Turbay, y otros allegados, configurando un cierre simbólico a una historia marcada por la violencia política.
Este acto fúnebre no solo fue una despedida privada, sino un reflejo palpable de las profundas fracturas políticas que atraviesa Colombia. Mientras el sector empresarial se reunía en Cartagena bajo un manto de unidad nacional y homenaje, el país enfrentaba recrudecidas tensiones entre el Gobierno y la oposición, expresadas claramente en el velorio y los discursos que allí se pronunciaron.
