La tensión crece entre el Distrito y el Gobierno de Petro por la transformación de la Avenida Boyacá, un proyecto de gran alcance que plantea su extensión desde la calle 183 hasta la avenida Guaymaral. Este corredor, que busca conectar hasta la Autopista Norte, ha encendido un debate crucial sobre el futuro de la reserva Van Der Hammen y los impactos que este desarrollo podría tener en el medio ambiente de Bogotá. Mientras Galán y Petro cruzan palabras, los intereses de movilidad y preservación ambiental entran en juego, planteando una discusión que va mucho más allá de un simple cruce de opiniones

En conclusión, la ampliación de la Avenida Boyacá sigue en el centro de una discusión compleja que involucra tanto la movilidad de Bogotá como la conservación del medioambiente. Por un lado, la administración de Carlos Fernando Galán defiende la obra como una solución necesaria para mejorar el tráfico en una zona densamente poblada, asegurando que las medidas de compensación ambiental, como la preservación de corredores hídricos y la construcción de pasos para la fauna, permitirán mitigar el impacto sobre la reserva Van der Hammen.
Galán argumenta que esta ampliación, autorizada bajo licencia ambiental, no amenaza de manera crítica el ecosistema de la reserva, como sostiene el Gobierno de Petro y la ministra de Ambiente, Susana Muhamad. Este debate toca fibras profundas, no solo por las implicaciones de infraestructura, sino por los valores en torno al desarrollo urbano y la sostenibilidad ambiental que ambos bandos defienden. La administración de Petro, que en el pasado apoyó la necesidad de esta vía, hoy se opone a su ejecución bajo el argumento de priorizar la integridad de una de las reservas más importantes de Bogotá.
En medio de este cruce de posturas, los ciudadanos quedan expectantes. La pregunta que persiste es si será posible encontrar un punto de equilibrio que respete la importancia ambiental de la Van der Hammen sin frenar la movilidad y el desarrollo de la ciudad. La obra continúa generando divisiones entre quienes priorizan el avance urbano y aquellos que defienden la preservación ambiental, recordándonos que el crecimiento de una ciudad como Bogotá siempre va acompañado de decisiones difíciles.